martes, 20 de diciembre de 2011

El nacimiento de los hijos de Roma

El nacimiento de los hijos de Roma

jueves, 25 de agosto de 2011

El patio de mi casa es particular...


La misma ciudad de Roma, situada en un emplazamiento complejo, entre siete colinas y un río, sometida además un rápido crecimiento, era un conjunto urbano anárquico en el que se mezclaban los grandes edificios públicos con las viviendas humildes. Las urbes romanas eran muy ruidosas, tanto de día como de noche, y los derrumbamientos e incendios, a causa de los edificios de madera y las lámparas de aceite, eran un peligro frecuente.

Los edificios públicos (foros, baños, anfiteatros y circos) expresaban el estilo de vida del ciudadano romano. Y en el plano privado, la vivienda traducía la fuerte jerarquización de la sociedad. El marco romano de la vida familiar y privada era la casa: domus urbana y villa rural.

La casa romana comprendía tres zonas principales: El espacio central donde se ubica el atrium y el salón del tablinum. A continuación una serie de habitaciones decoradas con pinturas murales, y la zona de recreo, alrededor del patio con la columnata (peristilo). La cocina solía ser muy pequeña, con un fogón de obra y un agujero para la salida de humos, pues no había chimenea ni tiro.

Para los personajes importantes, la casa tradicional es también un signo de prestigio. Pero la gran mayoría de la población romana vivía en casas anodinas y sin lujos. Los pobres, libres o esclavos, se hacinaban en lo alto de inmuebles (insulae) inestables y amenazados por los incendios. En la planta baja se ubicaban las tiendas talleres con sus pergulae en el entresuelo (La antigua Roma. Cómo vivían los romanos; Roger Hanoune y John Scheid)

Las insulae llegaban hasta los cinco pisos de altura. Eran estrechas, poco confortables, carentes por lo general de agua corriente y retrete, tenían además poca luz. La carencia de servicios hacía que por la noche se lanzasen por la ventana basuras y residuos de todas clases (Así vivían los romanos; J. Espinós, P. Mariá, D. Sánchez y M. Vilar)

En el campo se producía la misma diferenciación social entre las chozas de sala única, las pequeñas granjas de trabajadores y las villae. Las grandes villas también se solían situar en las afueras de la ciudad.

Por lo que respecta al mobiliario de las casas romanas, la cama servía no solo para dormir, sino también como sofá y para comer recostado. Para alumbrar los lares los ciudadanos se servían de antorchas, velas y lámparas de aceite. Las habitaciones se calentaban por medio de estufas portátiles de bronce o braseros fijos (La vida cotidiana en Roma en el apogeo del imperio; Jérôme Carcopino)

jueves, 11 de agosto de 2011

Cría cuervecillos...


Al nacer, el niño o la niña romanos eran colocados a los pies del padre. Si éste lo levantaba y lo cogía a sus brazos, manifestaba que lo reconocía como hijo y se comprometía a su crianza y educación. Pero si el progenitor consideraba que ya tenía demasiados hijos o que carecía de medios para criarlo, era libre de exponerlo. Los padres no tenían la obligación, moral ni jurídica, de aceptar todos los hijos del matrimonio.

La exposición de los recién nacidos a su abandono para que fueran adoptados por otras familias constituía la práctica legal y habitual, tanto entre los patricios como los plebeyos. En Roma, delante del templo de la Pietas estaba, la llamada columna lactaria: a sus pies eran depositados los bebés abandonados, que habitualmente, si eran recogidos, lo hacían personas cuyo único fin era explotarlos como esclavos o prostitutas (Así vivían los romanos; J. Espinós, P. Mariá, D. Sánchez, M. Vilar)

Los niños deformes o inútiles, o simplemente débiles, eran eliminados. El infanticidio del hijo de una esclava también estaba considerado algo normal y la decisión de adoptarlo o no correspondía al amo. El paterfamilias solía abandonar a los bastardos y a las hijas.

Las familias romanas parecen no haber sido muy prolíficas. La ley establecía un privilegio a las familias nobles que tenían tres hijos, lo que estaba considerado el número ideal de vástagos. Se practicaba un cierto control de la natalidad, sin demasiadas restricciones morales y sin prohibiciones legales (Los Romanos. Su vida y costumbres; E. Ghul y W. Koner)

Había dos maneras de tener hijos: engendrarlos o adoptarlos. Esta última opción incluso tenía su lado positivo: permitía adquirir un estatus social. Para ser nombrado gobernador de provincias, por ejemplo, había que ser paterfamilias.

El recién nacido recibía el nombre a partir del día octavo, si era niños, y del noveno si era niña. Desde el primer día se le ponían amuletos. Sus primeros juguetes eran los sonajeros (crepitacula)

A finales de la República la mujer romana ya había conseguido que se le reconociera el derecho formal sobre sus hijos, tal como se le reconocía al padre. Podía adquirir la custodia tanto en caso de tutela como mala conducta del cónyuge (La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio; Jérôme Carcopino)

domingo, 10 de julio de 2011

Caracalla: ¿cruel o tirano?


Caracalla fue uno de los emperadores romanos más sanguinarios, pese a que solo reinó seis años, del 211 al 217. Ya antes del inicio de su mandato al mando del Imperio romano, mostró su crueldad al ordenar a los médicos que apresurasen la muerte de su padre, Septimio Severo, tras resultar este herido en una batalla en Britania en el año 211.

Fastidiado de tener que compartir el poder con su hermano Geta, Caracalla le hizo asesinar, condenó a muerte a 20.000 ciudadanos sospechosos de ser partidarios de aquél y aplacó el mal humor de los soldados llenándoles los bolsillos de sestercios.

Como Calígula, el hijo de Severo fue conocido por el nombre de una prenda de vestir. Introdujo en Roma una larga capa de estilo galo y de nombre caracallus. En verdad su nombre era Marco Aurelio Antonino.

Cada mañana, al levantarse, el peculiar dignatario quería un oso vivo para conservar los músculos en forma, se sentaba a la mesa con un tigre por comensal y se acostaba con un león durmiendo entre sus garras. Naturalmente con los dientes y uñas limadas (Historia de Roma; Indro Montanelli)

El nuevo emperador se negaba a recibir a los senadores que se agolpaban en su antesala, pero era cordial con sus soldados, a los que colmaba de favores. Caracalla disfrutaba de la vida militar y le gustaba que le vieran vestido con uniforme de soldado raso y usando un molino manual para moler su ración de grano hasta convertirla en harina, lo mismo que hacía el resto de los legionarios.

Mediante la Constitutio Antononiana Caracalla extendió la ciudadanía a todos los varones del Imperio, pero solo para aumentar el importe de los impuestos de sucesión, al que solamente los ciudadanos estaban obligados. De política se ocupaba poco. Su verdadera pasión eran la guerra y los duelos (Historia de Roma; Francisco Bertolini)

Bajo su gobierno se construyeron en Roma los enormes baños que llevan su nombre, que cubrían 33 acres. Un día se entusiasmó y quiso imitar a Alejandro Magno. Reclutó una falange armada y se dirigió a Persia; pero en los combates se olvidaba de ser general porque se divertía más haciendo de soldado raso y provocando al enemigo en luchas cuerpo a cuerpo.

Según el historiador Dión Casio, el emperador romano ordenó a sus soldados que saquearan Alejandría, la segunda ciudad del Imperio, por un delito trivial, y fueron muertas miles de personas, entre ellos niños, ancianos y enfermos (El Imperio Romano. Historia universal; Isaac Asimov)

Esos gestos y otros provocaron que Caracalla fuese apuñalado hasta la muerte por un jinete de su propia guardia al ponerse de cuclillas detrás de un arbusto para hacer sus necesidades, cuando se encaminaba a librar otra guerra contra Partia. Tenía apenas 31 años. Era el año 217 (Grandes generales del ejército romano; Adrian Goldsworthy)

domingo, 5 de junio de 2011

El dueño del mundo (y II)


Aunque la historia le ha tratado como un emperador justo, magnánimo y benevolente, Octavio Augusto no fue moderado en la victoria de las cinco guerras civiles que tuvo que sostener durante su reinado (Módena, Filipos, Perugia, Sicilia y Accio) En la segunda, mandó a Roma la cabeza de Bruto para que la arrojaran a los pies de la estatua de Julio César y vengar así su asesinato.

En otra ocasión, el emperador prometió otorgar gracia al vencedor de un duelo entre un padre y su hijo. Éste, tras quitarle la vida a su progenitor, se suicidó, complaciéndose Augusto en verles morir (Vida de Augusto; Suetonio) Entre su extensa hoja de servicios, ordenó, entre otros, acabar con la vida de Cesarión, el hijo que tuvieron Julio César y Cleopatra, así como con la del hijo que el ex triunviro Marco Antonio tuvo con Fulvia.

Augusto también castigaba con la muerte como a simples soldados a centuriones que abandonaban su puesto. Y arrancó con sus propias manos los ojos de un pretor que escondía bajo la toga unas tablillas y que Augusto confundió con una espada, atemorizado (Los doce césares. Del mito a la realidad; Régis F. Martin)

En su vida personal también se vio obligado a actuar con contumacia ante los desórdenes de las dos Julias, su hija y nieta. A ambas las desterró por cometer adulterio. Dejó escrito en su testamento que no quería que le sepultaran junto a su hija en el mausoleo familiar. Algunos de sus mayores enemigos, como Marco Antonio, acusaban al emperador de que obligaba a desvestirse a madres de familia y jóvenes vírgenes para examinarlas.

Castigado por la enfermedad

Octavio Augusto fue un hombre de salud frágil. Su enfermedad más grave tuvo lugar en el año 23 antes de Cristo con una crisis de cólicos hepáticos. Era un hombre simple que llevaba vestidos confeccionados por su hermana, mujer, hija y nietas, y que vivía casi como un particular. Creó un cuerpo de bomberos para combatir los incendios de Roma, aunque también tenía funciones de orden público, orgnización que derivó en la guardia pretoriana. (Augusto; Augusto Fraschetti)

De forma asidua Augusto impartía justicia, incluso de noche. Si se encontraba enfermo, juzgaba acostado en su casa. Creó leyes que prohibían el adulterio, la sodomía o el vagabundeo. En cuanto a los actores de teatro, reprimió siempre sin compasión sus desórdenes, con azotes continuos.

Algunos auspicios los tenía por infalibles. Si por la mañana se calzaba al revés y se ponía el zapato izquierdo por derecho, lo consideraba como algo funesto. No emprendía un viaje si el día anterior era jornada de mercado (Historia y vida de los Césares; Suetonio)

miércoles, 18 de mayo de 2011

El dueño del mundo (I)


El primer emperador que tuvo Roma, Octavio Augusto (gobernó del 27 antes de Cristo al año 14), supo combinar adecuadamente la clemencia con la severidad. Honró a muchos libertos suyos, pero en cambio hizo morir a Polo, liberto suyo a quien amaba mucho cuando estuvo convencido de sus adulterios con matronas. También mandó quebrar las piernas a Talo, su secretario, por comunicar una carta; e hizo arrojar un río con una piedra al cuello al preceptor y a los esclavos de su hijo Cayo. Detestaba a los enanos como burlas de la naturaleza.

Suetonio, en su obra Vida de los Césares, menciona varios oprobios que mancharon la reputación de Augusto. Sexto Pompeyo le trató de afeminado. Lucio, el hermano de Marco Antonio, pretendía que "después de haber entregdo a Julio César la flor de su juventud, la vendió otra vez en Hispania a Aulo Hircio por 300.000 sestercios". Le criticaban que se quemara el vello de las piernas con cáscara de nuez ardiente para que estuvieran más suaves.

Ni sus amigos niegan que Augusto cometiese muchos adulterios, aunque lo excusaban con el fin de que tales actos eran políticos para conocer, así, los secretos de sus adversarios. El emperador fue muy dado a las mujeres, y dicen que con la edad deseó especialmente a vírgenes.

Tuvo, asimismo, Augusto, fama de jugador. Lo hizo siempre sin recato, según Suetonio. Era muy sobrio en el vino; en plena bacanal no bebía más de seis copas; cuando las sobrepasaba, vomitaba. No le gustaba madrugar y tampoco mostró ninguna afición por adornarse.

Con respecto a su físico, el emperador romano tenía el cuerpo sembrado de manchas. Usaba calzado alto para aparentar mayor estatura. No podía soportar el sol ni aun en invierno. Se bañaba raras veces, prefiriendo frotarse con aceites y traspirar al fuego.

La superstición le acompañó desde la niñez. Augusto temía de un modo insensato los truenos relámpagos, y creía resguardarse del peligro llevando siempre consigo una piel de foca. A consecuencia de un sueño que tuvo todos los años en día fijo pedía limosna al pueblo y mostraba la mano a los transeúntes para recibir monedas.

miércoles, 30 de marzo de 2011

La pandilla sagrada (y II)

El Estado romano, aunque cínicamente pragmático como era, encontraba en el culto oficial a los grandes dioses el espectáculo, la pompa y la identificación que tanto necesitaba para seguir susbistiendo.

A nivel privado, unos cultos originales de Roma eran los que se rendían a los dioses tutelares, divinidades prácticas que protegían de las calamidades: Manes, Lares y Penates eran dioses sencillos de andar por casa y uso familiar en exclusiva.

También consagradas a Vesta, diosa del hogar, eran las vestales, siete sacerdotisas religiosas escogidas entre las muchachas de las mejores familias. Hacían voto de castidad y pobreza y habitaban en un convento de clausura (atrium vestae), donde tenían a su cuidado el fuego sagrado. El castigo por la pérdida de la virginidad de una vestal consistía en enterrarla viva (Roma de los Césares; Juan Eslava Galán)

Por su parte, los arúspices (adivinos etruscos) inspeccionaban los órganos internos de un animal recién sacrificado, preferentemente un gallo o un cabrito para adivinar el porvenir. Dividían el órgano (corazón, hígado) en dos mitades. Las señales que se veían en el lado izquierdo eran de mal augurio, y las del derecho, de bueno.

Y es que a los romanos les preocupaba particularmente los 'prodigios', las cosas o acontecimientos raros que pudieran parecer signos de comunicación de los dioses. Un prodigio podía ser un niño que naciera con alguna deformidad, un topo provisto de dientes o una aparente llevia de sangre. Había sacerdotes y adivinos capaz de interpretar estos prodigios (El Mundo Clásico; Robin Lane Fox)

Los romanos no tuvieron reparo en aceptar divinidades, y solo hubo una represión importante a los seguidores del dios Dioniso o Baco, en 186 antes de Cristo, cuando las bacanales fueron prohibidas por el Senado porque a las prácticas religiosas se añadieron los placeres del vino y de la buena carne.

También existía el lado oscuro, con dioses pestilentes, Lemures de difuntos malignos vagando por el mundo sin esperanza; Laverna, protectora de ladrones y carteristas; Vejovis 'patrocinaba' la impotencia, o Mania, divinidad de la demencia. También el avistamiento de un búho o una golondrina se interpretaba como un mal augurio (La vida cotidiana en Roma en el apogero del Imperio; Jérôme Carcopino)

martes, 15 de marzo de 2011

La pandilla sagrada (I)


La religión romana se basaba en la pietas o reconocimiento del poder de los dioses y de los lazos que los unían con los hombres. El ser humano estaba obligado a conocer la voluntad divina y debía ganar su favor a través de sacrificios y plegarias. Se trataba de una relación con obligaciones mutuas. Ni siquiera las divinidades hacían favores si antes o después no recibían algo a cambio

Los tributos en cuestión a rendir eran la plegaria, el himno, el voto, el sacrificio, las técnicas adivinatorias (estudio del vuelo de las aves) y los banquetes sagrados. También había que hacer una promesa y luego una ofrenda o sacrificio, a menudo derramando sangre vitalizadora de algún animal (La civilización romana; Pierre Grimal)

El Estado se aprovechó de esta dependencia y trató de reglamentar todas las actuaciones públicas relativas al culto divino. El calendario, elaborado por el pontifex maximus, fijaba todas las ceremonias y festividades, amén de señalar los días hábiles (fastus) y los no hábiles (nefastus) 

La vida romana estaba impregnada de religión, y los habitantes del cielo influían en todos los actos públicos y privados del ser humano. La mayoría de los dioses provenían del Olimpo griego. Zeus se convirtió en Júpiter, Afrodita en Venus, Herakles en Hércules, Hermes en Mercurio,... (El esplendor de Roma; Muy Historia)

Júpiter, el señor de firmamento, era la divinidad principal del panteón romano. Con Juno, la protectora del matrimonio, y Minerva, la diosa de los artesanos, formaban la famosa tríada venerada en el Capitolio. Los romanos también adoptaron dioses del extranjero, como los egipcios Isis, Osiris o Anubis; Cibeles, de origen frigio, o Mitra, procedente de Persia. 

En el hogar, los dioses de la casa eran los receptores y el pater familias el jefe religioso. Cuando una romana traía un hijo al mundo, Juno Lucina le protegía durante el parto, y durante sus primeros días de vida tres dioses (Intercidona, Pilumnus y Deuerra) se tomaban la molestia de cortar, golpear y barrer todos los males que pudieran acechar al recién nacido (Historia de Roma. Día a día en la Roma antigua; José Nieto)

El emperador Augusto extendió los cultos de la nueva monarquía, como la veneración a César, el culto a Marte y Apolo o la propagación de la pax Augusta. Asimismo, la persona del emperador fue dotada de una atmósfera sobrehumana, susceptible de veneración en los templos.

lunes, 28 de febrero de 2011

La mili en la antigua Roma


Roma no podría existir ni haber ejercido su aplastante dominio durante casi un milenio sin la ayuda de su ejército. La mayor parte de los emperadores fueron soldados, y en tiempos de la República pocos políticos podían ser elegidos para su cargo si no habían obtenido gloriosas victorias en el campo de batalla. Personajes como Rómulo, Cincinato, Catón el Censor o Cicerón siguieron carreras militares.

Las filas del ejército estaban vetadas para los esclavos, los criminales y los vividores. Los primeros y los extranjeros sólo fueron admitidos en las legiones en épocas de desesperación. Una legión no necesitaba más de 250 soldados nuevos por año. Si un esclavo pretendía alistarse en el ejército, lo más probable era que fuera condenado a trabajar en las minas o ejecutado por impertinente. (Legionario. El manual del soldado romano; Philip Matyszak)

El ejército romano prefería reclutas que procedieran de profesiones como la de carnicero o herrero. Dados los riesgos de esta profesión, los dedos de las manos de los reclutas eran cuidados cuidadosamente. La falta del índice o el pulgar suponía la inhabilitación. Pero si uno se los cortaba a propósito para evitar alistarse, el castigo era muy severo. Algunos jóvenes compraron a precio de oro la exención del servicio militar haciéndose declarar inútiles.

La estatura mínima exigible para ingresar a filas era de 1,70 metros (cinco pies y diez pulgadas) También se les exigía a los reclutas saber latín, que no hubiera sufrido condena y no haber cometido adulterio. En tiempos del gobierno de Trajano, el emperador decretó que quienes hubieran perdido un testículo no se libraban de poder alistarse.

Los mejores puestos se reservaban para aquellos con mejores recomendaciones. Si la legión no necesitaba nuevos reclutas, el voluntario podía encontrarse en una cohorte auxiliar o incluso servir en la flota. (El ejército romano; Yann Le Bohec)

Tras jurar su cargo, el recluta se convertía en un soldado del César y salir huyendo era lo mismo que desertar, con el terrible castigo que ello conllevaba. La llegada a la unidad era un momento que el soldado nunca olvidaba. Ésta era la única familia que iba a tener durante los próximos 25 años. El emperador Augusto prohibió a los soldados contraer matrimonio durante este tiempo.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Las cloacas del Imperio


Durante la República, en Roma no existían cuerpos especializados para garantizar el orden público. De la seguridad pública se encargaban, no siempre, los esclavos públicos o tropas elegidas que enrolan a jóvenes de las clases altas al servicio de los cónsules.

Tras varios incendios, el emperador Augusto crea un cuerpo de siete cohortes de un millar de hombres al mando del praefectus vigilum. Cada cohorte se ocupa de la seguridad de dos regiones de la ciudad; se encarga de extinguir y prevenir los incendios, pero acaban asumiendo cometidos policiales más amplios (Historia de Roma. Día a día en la Roma Antigua; José Nieto)

En cada uno de los catorce distritos en los que estaba dividido Roma existía un cuartel o comisaría (excubitorum), que era también parque de bomberos. Estaba servido por un retén de vigiles que patrullaban las calles provistas de cubos y armas, por si había incendios o reyertas.

Aunque para sentirse seguro, lo mejor era que un ciudadano llevara su propia escolta, cuatro o cinco fornidos esclavos armados de garrotes y provistos de luces (Roma de los Césares; Juan Eslava Galán)

A partir del siglo II de nuestra era se instauró en el Imperio una especie de policía secreta llamada frumentarrii (forrajeadores), quienes además se encargaban de la recogida y transporte del correo.

Desde el emperador Diocleciano, la Roma del Bajo Imperio se sustentaba en un cuerpo policíaco de carácter confidencial (agentes in rebus) que tenía como funciones principales la vigilancia de la burocracia administrativa y el servicio secreto del Imperio.

Contaban con un listado completo de sospechosos que cubría desde los simples ladrones a los más sanguinarios, la censura del correo y el espionaje y delación de los burócratas y ciudadanos en general. Representaban una permanente amenaza para las personas influyentes y eran muy eficaces en el control de la opinión pública (Historia ilustrada de la Antigua Roma. De los orígenes a la caída del Imperio; Susaeta)

Entre las funciones de esta policía secreta estaba el seguimiento de los crímenes de lesa majestad y actuaba casi como un poder autónomo en el que sus principales armas eran el chantaje y la prevaricación.

jueves, 20 de enero de 2011

El mayor símbolo de todo el Imperio


El Coliseo, también conocido como Anfiteatro Flavio, fue mandado construir por el emperador Vespasiano, aunque se inaugura el año 80 de nuestra era bajo el reinado de su hijo Tito. Precisamente, en el día de su estreno se organizaron festejos que duraron más de 100 días con espectáculos de gladiadores, venationes con el sacrificio de unas 5.000 bestias (entre los que destacaban leones de África, tigres de la India, hipopótamos, jirafas o alces) y la muerte de unos 2.000 hombres (Historia ilustrada de la antigua Roma. De los orígenes a la caída del Imperio; VVAA)

De planta ovalada, 188x156 metros de lado y 52 metros de altura, el origen de su nombre se pudo deber a su colosal grandiosidad, ya que podía acoger hasta 50.000 personas, o a la cercana presencia del Coloso de Nerón, una gran estatua de bronce que competía en grandeza con el anfiteatro.

Durante los cuatro siglos que estuvo en funcionamiento se calcula que en su arena murieron entre 500.000 y un millón de personas. Bajo ella escondía, a los ojos de los espectadores, una estrecha serie de galerías para guardar los decorados de las escenas y los montacargas para custodiar y trasladar a las fieras (Grandes civilizaciones. Roma; Ada Gabucci)

La población de menor rango social tenía a su disposición la parte alta del graderío, dividido en cuatro sectores, desde donde asistía a los espectáculos a pie. Estos se prolongaban durante muchas horas y, en ocasiones, muchos días.

Uno de los espectáculos más crueles eran los noxii (ejecuciones de prisioneros por animales), y de entre los más curiosos estaban las naumaquias, unos simulacros de espectaculares batallas navales que incluían el abordaje y el incendio de los barcos. Una maquinaria permitía inundar la pista central y convertirla así en un lago artificial (239 anécdotas de la antigua Roma; Historia y Vida)

Un destacamento entero de la flota de Miseno se encargaba del mantenimiento del toldo (velarium) que resguardaba a los espectadores del sol abrasador, y al menos un millar de hombres se acercaban dos veces al año a la desembocadura del río Tiber o al puerto de Roma para montar y desmontar el enorme toldo (Guía de arqueología de Roma; Sofia Pescarin)

Beda el Venerable le dedicó estas palabras: "Mientras se mantenga el pie el Coliseo, también Roma lo hará; cuando caiga el Coliseo, Roma también caerá". El últmo espectáculo celebrado tuvo lugar durante el reinado de Teodorico, en el 523 d.C.

sábado, 8 de enero de 2011

El saber romano no ocupa lugar


Hasta la pubertad, los romanos son encomendados a una nodriza y a un pedagogo (nutritor, tropheus) que se ocuparán de su educación: los niños comen y beben con ellos, pero en la cena se reúnen con sus padres y los invitados. La educación romana lleva el sello de la rigidez y la severidad desde bien pronto. Todo se dejaba a la iniciativa del pater familias.

Antes de formar parte de la clase política, que les abre la puerta de la madurez, los varones disfrutan de un periodo en el que pueden desarrollar sus propias experiencias, como visitar a una prostituta, participar en un estupro colectivo o frecuentar un barrio de muy mala fama. (La antigua Roma. Cómo vivían los romanos; Roger Hanoune y John Scheid)

La instrucción se impartía en tres estudios: la escuela de primaria, la de gramática y la escuela de retórica. En primaria el maestro (ludi magister) enseña a leer, escribir y contar. Las clases son en la calle, bajo un pórtico o una trastienda. A los 12 años los únicos que continuaban los estudios de gramática eran los varones de familias acomodadas. Las niñas eran consideradas adultas a esa edad (domina) y las casaban. (Historia ilustrada de la antigua Roma; varios autores)

En el tercer estadio, el rethor enseñaba retórica, cuyos primeros profesores eran prófugos de Asia y Egipto. También extendía sus funciones a la dirección espiritual del muchacho. La jornada escolar era de seis horas, los alumnos se sentaban en taburetes y sólo disponían de una tablilla donde apoyarse para escribir. Las horas de recreo estaban más que reglamentadas. Los padres senadores conducían a su hijos a la curia, ante el Foro, para escuchar los grandes problemas del Estado romano.

Castigos a los desobedientes

Los castigos corporales eran frecuentes. El maestro usaba la férula para reprimir al alumnos desaplicado. El aprendizaje era rudo y dejaba traumas duraderos. Después del bachillerato, quienes no ingresaban en la clase política viajaban al extranjero para ampliar estudios, sobre todo a Grecia. (Roma de los Césares; Juan Eslava Galán)

A los romanos no se les educaba en Medicina porque consideraban que no eran los virus lo que provocaba las enfermedades, sino los dioses. Las operaciones de cálculo las hacían con los dedos. I era un dedo levantado, V una mano abierta, X dos manos abiertas y cruzadas. Con estos símbolos, prefijos (IV) y sufijos (VI), (XII), los romanos contaban. (Historia de Roma; Indro Montanelli)

También se educaba sobre las artes amatorias. En la adolescencia se instruía cómo limitar el amor dentro de la relación conyugal. También era conveniente limitar el sexo, no tanto por puritanismo como por higiene. Los médicos deploraban la masturbación, que originaba una madurez demasiado precoz. La adolescencia debía seguir su curso modulada por las etapas de una instrucción rancia y poco capaz de satisfacer las exigencias de los jóvenes.